Implantación de nuevas centrales Minihidráulicas en España

La generación hidráulica sigue siendo la fuente de electricidad más importante hoy en día. Se trata de un sistema de generación que es capaz, al mismo tiempo, de proporcionar una gran cantidad de energía renovable que, además es regulable de modo que la producción se ajuste a la demanda. Además, según un estudio del IDAE, se trata de la tecnología que supone un menor impacto ambiental global de entre las evaluadas (que incluyen la generación por combustibles fósiles, energía nuclear y, también, fotovoltaica y eólica). Por estas razones, dentro del Plan de Energías Renovables (PER) 2.005-2.010, se incluía una previsión de crecimiento de la energía hidráulica, basado fundamentalmente en instalaciones minihidráulicas, hasta alcanzar los casi 5,5GW en 2.010 pero que, sin embargo, no solo no se está produciendo sino que la potencia instalada muestra signos de estancamiento.

España tiene un elevado potencial hidroeléctrico, gran parte del cual ha sido ya desarrollado a lo largo de más de un siglo, dando como resultado un importante y consolidado sistema de generación hidroeléctrica altamente eficiente. De la última evaluación de los recursos hidráulicos nacionales, realizada en el año 1980, se deduce que el potencial de futura utilización con pequeñas centrales era de 6.700 GWh y con aprovechamientos medianos y grandes era de 27.300 GWh/año. Con estas y otras consideraciones, el objetivo fijado para el PER 2011-2020 es alcanzar desarrollar hasta el 2020 una potencia de 2.2 GW adicionales (frente a los, aproximadamente 5 GW ya instalados en 2010, lo que supone casi un 50% de las instalaciones en esa fecha). Sin embargo, el desarrollo de esta tecnología de generación no está cumpliendo las expectativas.

Los problemas principales que le afectan principalmente están en la crítica por el impacto ambiental y las trabas administrativas y cambiante regulación. Si, a todo esto unimos un coste de producción que no es favorable frente a otras tecnologías, incluyendo renovables, y que se trata de una tecnología madura y consolidada, de modo que no se espera un beneficio significativo por el I+D asociado, quizá se pueda explicar el que las previsiones de crecimiento no se hayan cumplido.

La crítica por el impacto ambiental sobre el lugar en el que se suelen emplazar las centrales minihidráulicas ha sido una de las razones por las que se han estancado. Así, por ejemplo, distintos informes elaborados por la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos (AEMS-Ríos con Vida), con la colaboración de biólogos y técnicos de algunas Comunidades Autónomas, muestran el efecto barrera, que impide el paso de peces y la explotación de caudales como algunos de sus inconvenientes, y denuncian que la mayor parte de las escalas que salvan las presas no funcionan. Esta percepción, unida al recelo que muchos muestran al uso del agua ha llevado a que los procedimientos de concesión, de por sí ya largos, se hayan estancado o, incluso, rechazado.

De hecho, el desarrollo de la tecnología minihidráulica tiene como uno de sus principales valores, precisamente, la reducción del impacto ambiental que las instalaciones hidrálicas de gran tamaño tienen. El desarrollo de muchas, pequeñas minicentrales puede ser la alternativa a grandes presas que anegan enormes superficies y que suponen un enorme impacto, tanto ambiental como social.

Además, los largos procedimientos administrativos y los grandes esfuerzos necesarios para poner en marcha una pequeña central hidráulica frenan su expansión, y aunque sus promotores asumen estos problemas, reclaman que la Administración fomente esta energía. Muchas de estas infraestructuras son propiedad parcial o total del Estado y su puesta en marcha exige una concesión administrativa por concurso público. Aunque existen muchas presas, ya construidas (la Asociación de Productores de Energías Renovables, APPA, estima en más de 150) que conllevarían un impacto medioambiental mínimo y podrían generar unos 450 MW, estas concesiones ni siquiera salen a concurso. El IDAE, por su parte, insiste en la necesidad de armonizar los criterios medioambientales de las distintas Comunidades Autónomas y la Administración General del Estado para la autorización de nuevos aprovechamientos hidroeléctricos.

Por último, hay que resaltar que los cambios regulatorios han afectado doblemente a los proyectos de centrales minihidráulicas. Por un lado, la inseguridad jurídica que reflejan ha frenado la financiación, que ya, de por sí estaba de horas bajas en los últimos años. Además, los últimos cambios han supuesto un incremento de costes adicional de un 7% que hace que las centrales sean menos rentables.

Las ventajas y el potencial de la generación minihidráulica son evidentes, sin embargo, la implantación de nuevas centrales minihiráulicas está viéndose limitada por toda esta serie de barreras. Para conseguir que se produzca un desarrollo de acuerdo a su potencial probablemente haya que trabajar en diferentes líneas. En primer lugar, la simplificación y racionalización de los trámites administrativos que están limitando el desarrollo de los proyectos; pero, además, se debería actuar sobre el fomento de la recuperación de instalaciones en desuso y la puesta en valor de los recursos actuales; y, por último, el fomento debe alcanzar también el plano económico haciendo que las ventajas medioambientales de la tecnología tengan un reflejo en la factura final.


Suscribirse a comentarios Respuestas cerradas, se permiten trackback. |

Comentarios cerrados.


Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies