Disminución de costes en época de crisis
Hola a todos,
La crisis económica que estamos atravesando, unido a la disminución de la actividad a la que ha dado lugar, ha provocado que prácticamente todas las empresas se hayan replanteado su política de gastos, buscando la manera de reducir costes y adaptar su estructura al nivel de actividad actual.
Bajo mi punto de vista, todo proceso de disminución de costes de cualquier empresa debería desarrollarse en varias fases, en las cuales la intensidad de las medidas adoptadas vaya aumentando gradualmente. Estas fases podrían englobarse en los siguientes grupos:
– Eliminación de gastos superfluos y mayor control de costes; bajo mi punto de vista, este debe ser el primer paso en todo proceso de reducción de costes, ya que son medidas que apenas tendrán repercusión en el funcionamiento de la empresa y pueden tener efectos ahorrativos importantes.
Durante las épocas de bonanza los índices de actividad de las empresas se disparan, al igual que los beneficios, lo que provoca que se generen nuevos gastos superfluos (organización de festividades, incrementos de costes en los regalos de navidad a las direcciones de obras y empleados, etc.) y que se baje el nivel de control de otro tipo de costes fácilmente controlables (uso de tarjetas por los directivos, teléfonos móviles, coches, etc.). En las épocas de crisis es inevitable que los primeros pasos vayan encaminados a reducir este tipo de costes, incrementando considerablemente el control que la empresa puede ejercer sobre ellos.
– Cambios en la estructura y funcionamiento de la empresa; una vez se haya actuado sobre los costes superfluos, el siguiente paso sería ajustar la estructura de la empresa al nivel de actividad presente. Obviamente, al haberse disminuido considerablemente los niveles de actividad se deberá adaptar la estructura organizativa a la nueva situación.
Esta fase comportará un exhaustivo análisis de estructura y organización de la empresa, que tendrá por objeto identificar aquellas actividades o líneas de negocio más rentables, para darle prevalencia sobre las demás, y aquellas menos importantes, identificando las deficitarias o que sean prescindibles. Además, se deberá revisar pormenorizadamente el proceso productivo de la empresa, para intentar buscar mejoras que aumenten el rendimiento y disminuyan los costes (por ejemplo I+D).
Algunas medidas que se podrían adoptar en esta fase pueden ser la de centralizar el número de localizaciones donde la empresa tiene representación (por ejemplo a través de la agrupación de delegaciones) o desarrollar economías de alcance, prestando un mayor número de servicios con una misma estructura.
En principio, las delegaciones tienen por objeto conseguir una mayor proximidad al cliente, y están justificadas por un volumen importante de actividad en un lugar determinado. Sin embargo, en el momento en que baja la actividad es necesario cuestionar su necesidad, ya que disminuyen considerablemente sus ingresos a la vez que mantienen unos gastos generales importantes.
Les voy a poner un ejemplo: en Canarias, prácticamente todas las empresas constructoras grandes contaban con dos delegaciones: la de Santa Cruz de Tenerife, que atendía a las islas occidentales (Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro) y la delegación de Las Palmas, que atendía a las islas orientales (Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura). A su vez, cada una de las delegaciones tenía dos divisiones independientes: una de obra civil y otra de edificación. Pues bien, con la disminución de la actividad, la tendencia seguida por la gran mayoría de las empresas ha sido la de unificar las delegaciones provinciales en una regional y, en algunos casos, unificar las divisiones de obra civil y edificación. Alguna empresa ha ido incluso un poco más allá, creando una sola delegación para el sur de España (Andalucía y Canarias) o incorporando al ámbito de la delegación de Canarias otros países, como pueden ser Marruecos o Mauritania.
Estas modificaciones han dado lugar a importantes disminuciones de costes, concentrados principalmente en el departamento de recursos humanos. Por otro lado, también ha dado lugar a algunos problemas, como es la recolocación de las personas que ocupaban puestos directivos en las delegaciones eliminadas (personas con una cierta trayectoria dentro de la empresa), lo cual se ha hecho mayoritariamente en el ámbito internacional.
– Disminución de gastos de personal; parte de esta disminución de costes podría entrar en el apartado anterior, pero debido a su importancia he decidido darle un tratamiento diferenciado.
Es obvio, que una plantilla dimensionada para los tiempos de bonanza se antoja excesiva para la época actual, en la cual los niveles de actividad han descendido de forma notable. Por este motivo, es necesario llevar a cabo recortes de plantilla.
Bajo mi punto de vista, esta fase es muy sensible a la capacidad de los directivos responsables, ya que las decisiones deben adaptarse a partir del conocimiento directo del personal, conociendo de primera manos sus características y capacidades.
Muchas empresas llevan a cabo los recortes sin tener en cuenta a las personas, ya que atienden a criterios estrictamente económicos (remuneración recibida por el empleado, coste del despido, etc.), y no tiene en cuenta el valor generado por el trabajador. Para mí, esto es un gran error, ya que el ahorro de costes materializado a través del despido, puede dar lugar a una disminución de ingresos aún mayor, asociado a la pérdida del diferencial de capacidad productiva del empleado (aspecto especialmente importante en la gestión de obras), lo que a largo plazo podría dar lugar a que los costes de oportunidad (por la pérdidas del plus aportado por el trabajador despedido) superaran a los costes ahorrados, haciendo que la medida adoptada fuera ineficiente.
Este hecho se ve mucho últimamente, cuando las empresas prescinden de personal experimentado (con una remuneración mayor) por personal joven sin experiencia (con unas expectativas de remuneración más bajas), lo que da lugar a una necesaria reducción de costes a corto plazo, pero que podría tener consecuencias negativas a largo plazo. Por otro lado, la empresa no solo debe tener en cuenta la remuneración, sino también el dinero que ha invertido en formación (que en caso de despido sería a fondo perdido) y como otros muchos aspectos.
Lo ideal, en mi opinión, es conjugar la experiencia con la juventud, de manera que el proceso de formación sea continuo y esté implícito en la propia actividad, alimentándose de las sinergias surgidas de las relaciones profesionales entre personal con distinto grado de experiencia.
Un saludo