#EMaPRENDERores

«Es una locura que un hombre rece a los dioses por lo que es capaz de obtener por sí mismo» 

Epicuro

Este es el hashtag con el que bautizo a la santa tarea del emprendimiento, en Sillicon Valley.

Ya sabía que emprender es duro, aquí y allí, pero la cosa se complica si además eres emigrado y necesitas una visa.

El asunto tiene la peculiaridad de que si tu proyecto no es machine learning, no vas a encontrar capital, pero si consigues manejar los misterios del hashtag a tu favor puede que alguien apueste un dólar por ti. Una vez que eso pasa es momento de guardar a la virgen de los Milagros y las veinte velas que le iluminaban la mantilla. Ahora es el olor del dinero el que hará el resto del trabajo.

Como tiburones de un mar muy, pero muy rojo, estos Venture Capital hacen círculos alrededor de las cientos de startups que publicitan sus maravillas de boca en boca. Porque estos escuálidos sólo fijarán su atención sobre tí si conocen la calidad de tu carne o si piensan que un tiburón más grande te ha echado el ojo.

 

laura gomezpablojessehugoisabel

 

 

 

Así es el océano donde estos pequeños valientes nadan al doble compás de emprender y aprender sin morir en el intento. Valientes como Laura Gómez, mexicana con criatura, de nombre Atípica, que bajo el claim «mi tiempo es mi único recurso» está tan exhausta de bailar al son del Capital que daría su reino por una sesión de peluquería. O como Pablo Pantaleoni, catalán que sigue modelando su exitosa Medtep teniendo claro que para llegar a este punto «hay que jugársela» y aprender la cultura de «respetar el tiempo de quien tienes en frente». Jesse Pickard, diseñador americano creador de Elevate, muy consciente de la importancia de «saber venderse uno mismo para que los demás apuesten por tu idea», porque te compran a ti. Un absolutamente inspirador Hugo Giralt, de nuevo un catalán, cuyo Propelland es «siempre intentar cambiar una industria» siendo fiel a tus principios y con un plan personal estratégico a quince años. Más terrenal Isabel Arcones elevando la voz de los ciudadanos con Onpublico,afirma que una de las cosas más importantes que ha aprendido es que «hay que construir menos y vender antes».

Tod@s  forman parte de este ecosistema donde su capacidad de creación y la fe en sí mismos son los mayores activos. Pequeños peces que pueden crecer, también pueden quedarse como están o ser devorados por otros mayores, porque, no lo olvidemos, son el alimento indispensable para que el fenómeno siga funcionando. Sin ellos, los grandes players del mercado acabarían flotando en la orilla de la bahía, exhaustos y hambrientos sin poder nutrirse con su flexibilidad e innovación. Algo que ellos mismos alguna vez tuvieron y nunca más tendrán.

Los grandes depredadores también tienen su papel en la regulación del paisaje, dando a algunos elegidos el oxígeno necesario para alejarse a aguas más profundas donde tendrán que afrontar nuevos retos valiéndose de lo aprendido hasta entonces.

Así de sostenible y delicado es este ecosistema: los que están al final de la cadena tienen la clave para que los grandes sobrevivan, de los que a su vez necesitan obtener los medios para avanzar, y sólo la unión y lealtad de los miembros de la manada les permite soportar los envites que, de otro modo, habrían hecho inviable este paisaje. Y precisamente es esa lealtad el mayor activo de todos los indispensables.

Es el tan manido «la unión hace la fuerza», la sinergia, el ambiente colaborativo, la transferencia de conocimientos lo que a su vez alimenta a estos pequeños valientes y lo que realmente queda aquí para no olvidar.

 

La-union-hace-la-fuerza


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