DECIDIDAMENTE YO. PRECISAMENTE YO.
Las organizaciones encargan a los headhunters que busquen el talento que la empresa necesita. Un talento rentable, un talento estable, de media o larga duración, de retribución ajustada y con inmensa capacidad de desarrollo.
Los cazatalentos o las empresas de selección despliegan todo su instrumental y en un momento inesperado te contactan.
Cuando inicias un proceso de selección con la carga mixta de ilusión y escepticismo y con la mente ocupada en otras cosas para no almacenar falsas esperanzas, sabes que has comprado una posibilidad cuya única diferencia con el soñado billete premiado de la lotería es que lo puedes dirigir y que con buen arte lo puedes gestionar hacia las metas planteadas.
La cadena ha comenzado. Hay que avanzar paso a paso en un proceso que normalmente desconoces y del que temes más de lo que esperas. El headhunter recomienda y tú moldeas tu personalidad. Sin darte cuenta te vas convirtiendo en el candidato idóneo. Das el perfil ¡A lo mejor entras en la terna final!
Con el fantástico eufemismo de “el lado humano de la competitividad” se someten a las posibles finalistas o procesos de competitividad ilimitada, y con el ocultismo, la intriga y la adulación te nace una erupción improvisada que te impulsa a desear ese puesto.
Un directivo, casi un líder, se caracteriza (ante otras cosas) por:
1. Visión estratégica
2. Ser persuasivo
3. Motivar a sus personas
4. Tener pasión por su trabajo
5. Saber identificar el talento natural (fortalezas) de su equipo.
6. Enfocar el desarrollo
Te dices y te repites. ¡Yo soy esa persona!
En las entrevistas finales soy convincente, ajustadamente humilde, técnicamente soberano y humanamente embriagador.
Al unísono, porque tiene que ser al unísono, el headhunter y la organización declarar que yo, precisamente yo, soy la persona que la empresa busca y necesita. Yo soy la persona de presente y de futuro.
Decididamente tú eres nuestra persona. Si, precisamente yo lo soy.
Ahora me toca amoldar mi vida a una nueva vida.