HABLANDO EN CHINO
Cuando en las conversaciones con los amigos decimos alegremente que los chinos trabajan como chinos y que así nos van a dominar, expresamos en lenguaje vulgar lo que realmente está ocurriendo.
¡Qué manera tan brutal de competir!
En primer lugar, solo compiten en aquello que saben que pueden ganar: Volumen, producción, variedad de productos, precios, horarios y últimamente en servicio. No los veremos competir en mercados de creatividad, sistemas, calidad o prestaciones de valor. Estos conceptos están reservados para muy pocas empresas chinas, pero ninguna de ellas serán microempresas o serán emprendedores.
En los últimos 20 años, la comunidad y el comercio chino fuera de China han evolucionado muchísimo. La experiencia en nuestro país es perfectamente trasplantable a otros países.
La primera conquista fue a través de la gastronomía. Fueron capaces de inventar una cocina que ganara los paladares accidentales. Basada en su comida pero alejada de la verdadera cocina china o cantonesa. Los empresarios que pusieron sus negocios de restaurantes chinos dominaron su comunidad y se hicieron con el “poder mediático” de su comercio.
Así pasaron muchos años hasta que aparecieron los empresarios chinos de “todo a 100”. Esquina a esquina dominaron los barrios de las ciudades y destituyeron de su asiento hegemónico a los restauradores.
A partir de ahí mandaron ellos en la forma de hacer negocios.
La tercera generación de empresarios chinos y que naturalmente desbancaron el poder a los anteriores se dedicó al sector textil, mejor dicho al mundo de la moda, que abarcaba desde los zapatos hasta los sombreros y desde lo básico, hasta los complementos y las peluquerías (incluyendo la bisutería, paraguas, y accesorios de todo tipo). Realmente este enfoque destrozó a muchos negocios locales que se reestructuraron o murieron.
La cuarta tendencia fue más sofisticada. Los empresarios que tuvieron la oportunidad de comprar allí y vender a sus compatriotas aquí advirtieron que en el entorno de la logística estaba el éxito y el dinero.
Los centros de distribución se hicieron reyes y como tal exigieron la sumisión del minoreo como nuevos vasallos a quien explotar.
Por fin llegamos al momento actual en que los grandes empresarios se han hecho multinacionales, actúan libremente invirtiendo aquí y allí. Tan pronto compran un equipo de fútbol como edificios emblemáticos, urbanizaciones, empresas de telecomunicaciones, productoras cinematográficas, campos de golf con hoteles incluidos o tecnología punta.
Cada vez lo han hecho mucho mejor, consecuentemente han multiplicado sus beneficios. Generación tras generación son más ricos porque son más profesionales, más cultos, más implicados y siguen manteniendo su brutal mordiente competitivo y su capacidad de agrupar parcelas de la economía familiar y empresarial hasta el punto de hacerse cotidianos e imprescindibles.