Larga carrera hacia la dirección
Dispuestos, alineados y firmes a la espera de recibir las órdenes del jefe. El jefe manda y los demás obedecemos. A un empleado se le ocurre preguntar: ¿y esto por qué? Cien ojos se clavan en su persona. ¿Cómo se le ocurre preguntar eso? Pero muchos internamente se hacen la misma pregunta.
La solución la practican aquellos directores que explican las razones, que comunican, que comparten información y que de manera ética analizan las ventajas y los inconvenientes de las decisiones que toman. Job Review exponía en un artículo publicado en octubre de 2014 que un buen proceso de comunicación, ejecutado en tiempo y forma, reducía hasta un 85% la resistencia que pudiera ocasionar la orden del jefe. Si realmente esto es así, parece absurdo que todavía existan directivos que no lo aplican. Muchos directivos resultan pésimos como profesionales de la dirección.
Esta situación está directamente relacionada con el hecho de que buenos, muy buenos técnicos son ascendidos a puestos directivos sin haber recibido la formación adecuada con lo cual se da la paradoja de que la organización ha perdido a un magnífico profesional (de su área) y han ganado un pésimo directivo. Este directivo tendrá sus días contados y al poco tiempo terminará recordando Los lunes al sol. La culpa no ha sido suya (solo) al aceptar un puesto para el que no estaba preparado. La causa está en la propia cultura de la empresa y en muchas ocasiones de sus recursos disponibles. Pero aun sin los recursos, podrá haber llevado a cabo un proceso de preparación para la dirección. De la noche a la mañana me han hecho Director: ‘reina por un día’.
La carrera hacia el liderazgo precisa de ciertas cualidades que cada persona las tiene o no. Algunas de estas competencias pueden adquirirse pero otras son innatas a cada quien. Lo que está claro es que las capacidades del liderazgo no son genéticas, pero sí lo son algunos comportamientos imprescindibles. Estos últimos se suman a aquellos que se adquieren o se aprenden a lo largo de la vida… La vieja polémica de si el líder nace o se hace. Al margen de esa cuestión, el directivo tiene que tener algo de líder, en otro caso, sería imprescindible hacerse fuertes en sus aspectos más técnicos para ser reconocido por todos como un profesional excepcional.
El ejército de subordinados son actualmente más rebeldes que en décadas anteriores. Hoy, el obedecer a ciegas o el comulgar con ruedas de molino ya no es práctica habitual. Todas las teorías y realidades de la gestión de personas exigen (o casi exigen) a los subordinados, una alta cuota de libertad e iniciativa. Justo lo contrario a los planteamientos de Henry Ford cuando declaraba que “lo malo que tiene cuando pides dos brazos para trabajar es que te vienen acompañados de un cerebro”.
El valor en las empresas es la suma del valor de lo que cada uno aporta y no sólo de lo que aportan los directivos.
¿Cuánto vale la empresa? Lo que vale la suma del talento de todos sus trabajadores y colaboradores. Incrementar el capital intelectual de la organización equivale a hacer un buen seguro para el futuro, o para el éxito, o para la supervivencia.