Coworking
Para muchos estudiosos del concepto Coworking, los cibercafés que proliferaron en el Berlín de fin del siglo XX son el antecedente más directo y señero. El trabajo cooperativo que facilita las relaciones entre diversas personas y negocios, que comparten un espacio y unos servicios se convierte en la razón de ser del Coworking. Crecieron en todos los países y se convirtieron en los refugios de los denominados “profesionales nómadas”, quienes con su mochila ligera y su ordenador cargado son capaces de gestionar negocios flexibles, prácticos y concretos. Nuevos tiempos, nuevas formas.
Considerar el Coworking solamente como un espacio es una visión demasiado tacaña. El coworking es toda una filosofía de management que se reproduce con absoluta facilidad por su integración en cualquier lugar y en cualquier momento. Más allá del espacio y del compartir está el interconexionarse entre sí con personas, emprendedores, negocios o actividades que no se conocen personalmente y que hasta ese momento no han tenido relación pero que en virtud de esa nueva conexión se conciben como complementarias, afines y posiblemente co-socios en el trabajo.
Así pues se puede considerar que el coworking aporta dos grandes valores: de un lado el espacio común, compartido, transitorio, infinito, por su extensión geográfica y libre, de otro, la interrelación de quien quiera o pueda practicar esta filosofía o esta necesidad. Visto así el coworking es una herramienta y una oportunidad que genera un nuevo sentimiento de pertenecer a una comunidad que sobrepasa las fronteras entre los “conocidos” (ni amigos, ni compañeros) para formar vínculos especialmente fuertes en circunstancias concretas.
El coworking es una manifestación de la denominada “economía cooperativa” que cunde en una sociedad en cambio y que precisa romper con las tradicionales formas de hacer. Formas que por otra parte tienen que cambiar porque han cambiado sus cimientos. La tecnología es la gran compañía de esta economía cooperativa y la facilitadora real de su existencia.
Los coworking han tenido un extraordinario éxito y surgen por todo el planeta. Todos quieren apuntarse a esos espacios coworking reconocidos mundialmente. Desde las ciudades hasta los propios sectores profesionales, pasando por el sector institucional e incluso por la decisión de mecenas y fundaciones… porque se ha puesto de moda. Sin embargo, y una vez superado el movimiento “semi revolucionario” que el coworking representa, hay que dotar al espacio, del concepto de “nunca volver”.
La cadena de valor no germina en la posibilidad de compartir. Ese es sólo el comienzo. Su potencial es tal que hoy resulta imposible saber cuál es su valor formal. Del Hat Factory que Brand Neuberg crea como el coworking de San Francisco hasta el desarrollo del Citizen Space hay un desarrollo extraordinario. Su capacidad y su fuerza no han hecho más que empezar.