Gerentes de “seguro a todo riesgo”
La capacidad de tomar decisiones ha sido y es un elemento característico de los profesionales que ocupan los puestos directivos de las organizaciones. Es bien sabido que esta capacidad debe venir acompañada de un porcentaje de riesgo. El riesgo se concreta en el acierto o error de la decisión tomada.
Los directivos más adaptadores son capaces de correr riesgos de manera más frecuente y fácil que aquellos que son asimiladores o convergentes. En realidad viven el riesgo y lo soportan con menor presión o mayor optimismo. En consecuencia, aciertan y se equivocan más. La paradoja se produce cuando el mayor índice de error se produce en y con las personas que más veces deciden. Y es normal. Frente al dicho: “Era un directivo tan bueno, tan bueno que nunca se equivocó” está la realidad de ese directivo que dice otra cosa: “Era un directivo tan malo, tan malo que nunca tomó una decisión”. Sólo las personas que toman decisiones se equivocan.
A pesar de esos errores y a veces precisamente por ellos (prueba y error), las organizaciones sobreviven. Sin embargo, no sobrevivirán aquellas organizaciones cuyos directivos deciden tarde o nunca. Ante el miedo de asumir riesgos y el pavor a equivocarse se quedan quietos, no deciden y poco a poco mueren cada día. Solo quieren decidir cuando no haya riesgo o cuando tengan las espaldas completamente cubiertas. Los directivos de “seguro a todo riesgo” deberían ser una especie en extinción, pero no lo son.
Sabemos que la decisión es una opción y que al aceptar esta o aquella opción quedan eliminadas las otras. A veces es más sencillo cuando la opción es o blanco o negro. A veces hay mil opciones con mil matices. Me parecen impresentables los artículos, millones de artículos y/o libros que se han escrito sobre cómo vencer el miedo a decidir, sobre el valor de la decisión errónea o sobre consejos para tomar decisiones, escritos por personas que nunca han tomado decisiones empresariales de calado. Son casi ridículos desde el punto de vista práctico o real, desde la perspectiva más intelectual o científica. En este caso, sin duda, la experiencia es más que un valor. Fijémonos en algunos de las simplezas que encontramos en estos textos:
- Déjate llevar por el corazón
- Analiza la situación en frío
- Calcula qué pasaría si optaras por otra solución
- Ten seguridad y confianza
- Se aprende a tomar decisiones después de haber tomado muchas
- Pierde el miedo a equivocarte
- Consulta antes
Y mil bobadas más.
Acordémonos del maravilloso refranero: “Y quien quiera peces, que…”.