Quitar miedo al miedo
Una las de las técnicas más reconocidas para iniciar y seguir la senda del progreso y desarrollo organizacional, utilizadas por los líderes y directivos de éxito, se basa en profundizar en los puntos fuertes y convertirlos en verdaderas ventajas competitivas. Directivos incompetentes, temerosos y cobardes aplican justo la técnica contraria, haciéndose poderosos en los puntos débiles, lo cual es un error estratégico de impredecibles consecuencias. Así llegan a ser campeones de la derrota y estos directivos obtienen medalla de oro en los campeonatos de la ruina y la estupidez.
Se acaba de abrir la puerta del miedo, de la apatía y de la desesperanza. Parece que este estilo directivo tiene que purgar el pecado de que otros gerentes más inteligentes busquen mejorar en todos los aspectos y por ello ser más felices. El mayor riesgo está en tener pena de nosotros mismos, ser víctimas de nuestro victimismo.
Para muchos CEOs es ley la famosa frase de Churchill cuando pronosticaba que “sólo se puede gobernar cómodamente cuando la sociedad está acobardada”.
Como siempre, cuando unas cosas van mal, otras van bien y viceversa. No parece posible que todo sea malo, muy malo o bueno, buenísimo. Para todas las organizaciones en general, pero para aquellas gobernadas por el miedo en particular, es urgente recuperar tres comportamientos que, con demasiada frecuencia, se echan al cubo de la basura: confianza personal, equilibrio social y ética colectiva.
- Sin confianza no hay futuro, porque nadie se expone a riesgos innecesarios que, la postre, van a favorecer a otras personas y posiblemente a otras empresas con intereses incluso desconocidos. Es la ley de “uno nunca sabe para quién trabaja”.
- Sin equilibrio no hay posibilidad de actuar coherentemente; muy al contrario, los desequilibrios provocan agresividad y conducen al enfrentamiento. A veces incorrectamente lo confundimos con la competitividad de los mercados y nuestros comportamientos se asemejan a la de las tribus primates. Es la ley del “ande yo caliente…”.
- Sin ética, todo vale. Pero todo no vale, aunque nos cueste reconocerlo. Sabemos ya que en un mundo global solo se mantienen aquellas organizaciones que se han hecho fuertes en sus principios y valores, aunque sufran constantemente los ataques de las empresas que viven del pelotazo, la moda o la especulación. Es la ley de “sálvese quien pueda”.
Y todo esto nos conduce un día sí y otro también a tener, vivir y actuar con miedo.
La reacción ante el miedo es vencerlo, tratarlo y saber que sólo alejándonos de él podremos sobrevivir. Quien se encierra en el miedo muere a corto plazo.
Adiós al miedo. Bravo por Roosevelt cuando decía:
“Sólo hay que tener miedo al miedo mismo”