Transformación digital (2/4). Claves de la T.D.
Catalina Valiente exponía con gran acierto que uno de los principales desequilibrios que ha provocado la transformación digital es que las cosas ya no suceden bajo nuestros pies, sino sobre nuestras cabezas. Solamente quien entienda este elemental principio podrá acceder a gestionar adecuadamente la tecnología digital.
¿Hacia dónde van las empresas? Esta pregunta tiene respuesta en el marco de la transformación digital siempre y cuando la propia organización sea capaz de comprender las claves que mueven este proceso de cambio tecnológico.
Un rápido repaso de estas claves nos llevaría a contemplar:
- El dispositivo móvil se alza a la primera posición de las claves de la transformación digital y ello por tres causas principales. En primer lugar, por la facilidad de uso y lo imprescindible que resulta para la vida cotidiana. En segundo lugar, por el tráfico que genera (las últimas estimaciones consideran que más del 75% de la información que navega por internet llega al usuario a través de su móvil). Y en tercer lugar, por la capacidad de gestión que representa no solo al acercarse a los núcleos de decisión, sino al poder tomar a través de él esa decisión y ejecutarla finalmente.
- Marca y reputación como objetivo principal del entorno competitivo global. Es cierto que la globalización y por supuesto la tecnología digital han reducido barreras y han acercado la geopolítica a la empresa, pero también es cierto que existen más proyectos interesantes y mayor calidad en los servicios que prestan las organizaciones. La marca y reputación, a través de las redes, generan clubs de fans, prescriptores, aumentan el volumen de los potenciales clientes y, a la postre, nace una comunicación multilateral de incalculables dimensiones.
- El mundo del Big Data ha convertido el boom digital en el súper almacén de datos. Parece que todo lo que es realmente importante acumula datos y más datos. Se ha llegado a decir que los datos son el petróleo de la información. Gestionar Big Data es obtener de los datos todo el conocimiento preciso y previo para tomar una decisión acertada. Así visto, el dato, o mejor dicho la gestión del Big Data, se convierte en una oportunidad.
Hamon dice: “sólo los datos nos descubren de verdad dónde está la oferta y la demanda. Tanto como decir que sólo los datos ordenan las magnitudes económicas”.
- Las personas siguen siendo importantes en el entorno digital. Se tiene que considerar, necesariamente, que la transformación digital no es un cambio tecnológico, sino un cambio cultural que utiliza como mejor herramienta el mundo digital. Las organizaciones tienen que acompasar su ritmo al ritmo digital. La velocidad del siglo XX, es la velocidad del clic, es decir, del teclado que pone en conexión en tiempo real a todo el universo. Por eso preparar a las personas, formarlas, llevar a cabo un proceso de motivación y convencerlas de que solo en la transformación digital está el futuro es absolutamente imprescindible.
- El conocimiento digital sin el cual todo esfuerzo es baldío resulta más comprometido para las pequeñas empresas. Vivir el mundo online es plantearse gestionar el negocio bajo las fórmulas de un conocimiento fuera de la experiencia acumulada hasta hoy. Los expertos tecnológicos tienen mucho que aportar en este campo, pero las débiles pymes tienen que pasar por fuerza por incorporar el conocimiento digital o ponerse en manos de estos consultores especializados.
Después de todo lo expuesto se debe reutilizar el poder, o mejor dicho, el valor de la transformación digital. Así, el estudio “Strategy, not Technology, Drives Digital Transformation” , realizado por MIT Sloan Management Review y Deloitte, llega a la conclusión de que el motor de la transformación digital debe ser la estrategia de la empresa y no la tecnología.
Es verdad que la empresa vive hoy pensando en el mañana. Así ha sido siempre, pero ahora más que nunca se manifiesta como una necesidad de supervivencia. Lo curioso es que identificamos la transformación digital con el futuro y a ella nos aferramos como si fuera nuestra tabla de salvación.