Gestionando al jefe (7/10). No hay quien entienda al jefe
- Las mayores pérdidas de tiempo se deben a objetivos confusos.
- La falta de motivación se produce por objetivos confusos y poco realistas.
- Orientaciones imposibles por objetivos no definidos.
- El fracaso está servido en bandeja de plata porque la acción no tiene objetivos claros.
- Algunos sentimientos se pierden porque van dirigidos a objetivos opacos.
Y muchas cosas similares más pueden ocurrir cuando el jefe no tiene los objetivos perfectamente clarificados. Muchas veces hay que ayudar al directivo a definir perfectamente los objetivos y a establecer la mejor estrategia hacia ellos. Lo peor está aún por llegar: se produce en aquellos supuestos en los que el directivo sabe muy bien lo que quiere pero es incapaz de asumirlo adecuadamente. Y amén. Aún peor cuando él piensa que sí lo ha explicado claramente pero sus colaboradores no se han enterado.
Se nos vendió que la comunicación a través de las herramientas tecnológicas era la panacea que iba a dar solución a este problema. Nada de eso; si se profundiza se puede llegar a pensar incluso que lo ha empeorado por el nuevo idioma que utiliza y que día a día se va creando a través de la masa que usa la comunicación tecnológica, y también por las costumbres que van adquiriendo sus usuarios.
La credibilidad del jefe está en juego. ¡No sé lo que quiere porque no le entiendo! Sus colaboradores tienen que comenzar en este momento con un proceso de gestión del jefe que sin duda les llevará tiempo y esfuerzo. Ante todo, hablar claramente con el directivo y aplicar la asertividad y la paciencia, porque a todos nos ha tocado alguna vez un jefe al que ¡no hay quien le entienda!
Si no lo aclaramos habremos hecho un flaco favor a la organización. Seguro que haremos algo en sí mismo o en la forma que no era lo que se esperaba de nosotros. Se produce el efecto “out of tune” y nada de lo previsto ocurre. Es el momento de guardar las emociones negativas que sentimos hacia el jefe y de aflorar de manera positiva las inquietudes, incluso las preguntas, pero sin escenificar críticas o amenazas.
Al jefe le cuesta explicarse. Vale, pero es el jefe. Se han escrito a cientos recetas para estos casos y todas son punto de mayor o menor creatividad o medicina ingeniosa. La realidad solo la obtendremos con la experiencia, a base de algún que otro descalabro.
Sin embargo, existe una actividad que nunca falla: adelantarse, ir un paso por delante del propio jefe y olvidarse de sus problemas de expresión o comunicación. Es decir, dárselo hecho, no tomarlo por lo personal, exigirle de nuevo que te lo cuente y muchas veces renunciar a tener una conversación normal. Lo más fácil se ha vuelto lo más difícil.
Y no olvidar nunca a Don Quijote, que nos pronosticaba que:
“En la lengua consisten los mayores daños de la vida humana”.