Tobías, Tobías… o la prueba del algodón

Unos tratan de vendernos la luna. Otros son encantadores de serpientes. Otros prometen fantasías imposibles y aun otros quieren convertirse en nuestros mejores sueños. Todos están dispuestos a regalarnos el oído a cambio de obtener algo ventajoso para ellos. Participamos y vivimos en un mundo de trileros.

De la percepción a la realidad hay una distancia tan subjetiva como incierta. Según el refranero español: “La primera impresión es la que vale”, pero la realidad no es tan fácil y hacer juicios precipitados siempre lleva a error. Hace unos años era suficiente con la apariencia, quien se vendía muy bien era contratado y reunía todas las virtudes precisas para triunfar. En la actualidad a quien se vende muy bien se le dan quince días para que demuestre su valía y si no lo hace de la manera que el jefe desea, tiene asegurada la puerta de salida.

Por eso los directivos, managers y sobre todo los responsables de los departamentos de recursos humanos tienen que tener algo de psicología popular: tratar de descubrir la valía y sobre todo proporcionar los medios para potenciar el talento. Potenciar el talento parece una paradoja de los años atrás. Hoy es más actual hablar de personalidad innovadora o de capacidad creativa, olvidando que el talento (por no decir la inteligencia) es esencial para todas las cosas de la vida. Desde Guilford hasta Stembers hemos aprendido que hasta para los trabajos menores, rutinarios y sin valor es necesario ser inteligente.

La inteligencia natural, en otro escenario. Llamada popular, elemental e incluso infantil, tiene un valor impresionante. Se trata de “oler la realidad”, de “percibir las cosas”, de recordar las historias del genial Tobías… Para Campbell es la inteligencia genética que nos predispone para el éxito en la vida, posiblemente para el liderazgo y en todo caso para alcanzar nuestro estado de equilibrio y nuestra seguridad. (Recordar lo que al respecto escribía José Antonio Marina). Y cuando ya la vida va caminando hacia el ocaso, la inteligencia, la percepción, el olfato vital se hacen más poderosos y más sabios. Se hacen, lógicamente, más viejos y más especiales por y para los demás. Es un grado de la experiencia del que tan necesitados están los jóvenes ejecutivos. Por ello, un BRAVO para aquellas organizaciones que prevén planes de mentoring y custodia para sus jóvenes talentos o directivos.

Oscar Wilde (foto: Wikipedia)

Reducir la percepción y los primeros signos a unas pruebas estándar (tipo test o no) ha dado resultados positivos. Estas pruebas de muy diversa naturaleza dejan entrever el pasado e incluso aventurar el futuro. Frente a los sistemas más sofisticados de modelos explicativos de la inteligencia, los comportamientos y los actos (de Berry o Charlesworth por ejemplo), se proclama el éxito de la elemental demostración de la inteligencia genética. Recordemos así cuando la esposa llenaba el bidé y declaraba “Tobías, Tobías…” (a buen entendedor, con pocas palabras basta). Estaba declarando sus futuras actuaciones condicionadas por un experimento demostrador del pasado inmediato.

Y es que el pasado inmediato es también muy importante. No nos deben convencer teorías, opiniones o informaciones varias, debemos hacer la prueba del algodón para comprobar la verdad, al menos nuestra verdad.

Tobías, Tobías… ya no me engañas. He comprobado y luego he decidido.

“Nunca hay una segunda oportunidad para una primera impresión” (Oscar Wilde)

“Yo creía en el amor a primera vista hasta que me vi en el espejo” (Groucho Marx)

Sin embargo, también es válida la máxima atributiva a Mary Gilmore:

“No te enamores dos veces de la misma persona porque la segunda vez te enamorarás de los recuerdos”.

No hay comentarios / 15 Dic 2016 por Fernando Bayón
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