VUCA a través de una visión de la PNL (2/2)
Para quien piense que VUCA es una panacea, nada de eso. VUCA corre dos riesgos muy curiosos; en primer lugar (macro), que se convierta en una nueva normalidad. Entonces perdería toda su frescura, mucho de su valor y casi todo su poder regenerativo. Este es un riesgo cierto, pues históricamente todo proceso de novedad se ha hecho viejo, ha caído en la trampa del pensamiento evolucionado de los hombres. Dicho de otra manera, el hombre siempre será el protagonista.
El segundo riesgo (micro) es que VUCA quiere llegar, implantarse y evolucionar a una velocidad diferente de la aceptada por las personas. A nivel individual es necesario combinar el conocimiento percibido, ya sea del entorno o de una actuación concreta, con la proyección predictiva, tanto como qué posibilidades tiene tal o cual cosa que me afecten a mí directamente. Este juego paradójico lo enunciaron muy acertadamente Bennet y Lemoine.
El mapa no es el territorio verdadero. Este es un principio incuestionable de la PNL, pero combinándolo con VUCA se hace muy subjetivo e individualista. La visión de la realidad objetiva termina despareciendo, mientras que la realidad del comportamiento social global (los mercados por ejemplo) aparece y actúa a velocidad de vértigo, permaneciendo, por lo general, poco tiempo entre nosotros.
La consideración del tiempo cambia radicalmente desde las enseñanzas de Victor Vroon, incluso llegó a cuestionarse la validez de la concepción lineal que hasta hoy tenemos los hombres de la sucesión temporal. Nietzsche ya adelantaba que “solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”. De alguna manera afirmaba que puede darse la posibilidad de un tiempo no seguido, no lineal, no constante. Pensó VUCA sin saberlo.
Frente a temas tan complejos como VUCA o PNL, los hombres han buscado soluciones sencillas. En este caso esas soluciones procuraban negar o al menos apartarse de un mundo VUCA para todo y para todos. El tiempo que ha de venir o que ya está aquí les dará o les quitará la razón.
Cabe concluir con una recomendación artesanal, y en el fondo algo tradicional o costumbrista: readaptar las formas del pensamiento y vivir en el recuerdo de las ideas nuevas es el mejor seguro para intentar un futuro más confortable.
Y eso suponiendo que cualquier clase de futuro pueda ser confortable. Hay personas incapaces incluso de pensar en clave de futuro, les asusta tanto que no quieren pensar en ello.
Cuando Orson Welles en Ciudadano Kane centra todo su final en la palabra «Rosebud», resulta ser que el gran magnate de la comunicación buscaba en el ocaso de su vida aquella palabra que figuraba escrita en el trineo de nieve que de niño utilizaba. Lo que buscaba era su confort, su seguridad. Su espacio para morir.