Por qué no lo haces

Con frecuencia cuando tenemos una idea pensamos que es positiva y que debemos llevarla a cabo. Es la primera impresión. El refranero nos enseña que “la primera impresión es la que vale”. Pues bien, ya hemos tenido la idea y ahora nos toca ejercitarla. Esta es la actitud típica de quien se considera adaptador. Sin embargo, cuando la volvemos a pensar encontramos algunas dificultades, sobre todo por falta de medios, o por sus posibles consecuencias o simplemente por oportunidad o dificultad. Tenemos que solucionar y saltar las barreras que han surgido. También el refranero dice: “Cuenta hasta diez antes de hacerlo”. Pero como seguimos pensando que la idea es buena generamos soluciones. Esta es la típica virtud de quien se considera divergente.

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Imagen: Pixabay

Con las soluciones ya previstas ha llegado el momento de concretar, organizar, planificar y llevar la acción de manera ordenada y eficaz. Esto es fundamental si a la postre queremos hacer las cosas bien y llevarlas a cabo con garantía de éxito.

Buscando en el refranero viene al pelo el proverbio: “Si quieres vivir en paz, organiza tu casa”. Ya hemos organizado todo y ahora nos sentimos seguros. Este es el típico comportamiento de quien se siente convergente.

Por fin estamos listos, de nuevo la sombra del miedo, de la posibilidad de que algo se nos haya escapado, de que aún nos queden cosas por comprobar y ajustar. Nos paramos y otra vez el fantasma del revisionismo se apodera de nosotros. Ahora el refrán sería: “Piénsatelo dos veces”. Y eso hacemos, volver a pensar y a repensar. Es la típica forma de comportarse de quien se siente asimilador.

Hay una realidad por encima de todos si queremos avanzar. O hacemos o nos paralizamos. Tenemos que llevar adelante las ideas. Es la única manera de desarrollarnos. Es verdad que si lo hacemos tendremos un porcentaje de riesgo, pero es mucho más cierto que si no lo hacemos tendremos un porcentaje total de no éxito.

Cuando surge la pregunta interior «¿por qué no lo haces?», sólo hay una respuesta: «Voy a hacerlo». Y junto a esta respuesta la voluntad cierta, porque también hay veces que nos engañamos y queremos convencernos de algo que en el fondo sabemos que no vamos a realizar.

Hacerlo es sinónimo de valentía. No hacerlo es paralizar nuestra evolución.

“Si quieres hazlo, pero si no quieres, no hagas las cosas forzado por los demás” (Tagore)


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