¿Por qué docente y no otra cosa? Vocación, motivación y emoción.
La motivación para ser docente
Blog para el módulo 10
Gestión Educativa
Cuando naces con la palabra «maestro» prácticamente tatuada en tu frente, lo que sigue es una lucha personal entre el ser o no ser, directamente proporcional a una serie de eventos que desencadenan lo inevitable. Al menos esa ha sido mi experiencia.
Lo sé, mi punto de vista parece trágico y poco esperanzador, parecería que digo que eres lo que eres y no puedes cambiar, aunque en realidad es algo más parecido a la historia del «Patito Feo». Uno se cree el pato más feo del charco hasta que descubre que es un hermoso cisne y voliá, no podemos negar más nuestra verdadera vocación y resulta que toda la angustia se transforma en satisfacción.
Si bien es cierto que la carrera docente en República Dominicana se ha vuelto el refugio de muchos inescrupulosos que buscan «una carrera fácil» o poco exigida (postura con la cual estoy en desacuerdo) o una salida laboral rápida, no es menos cierto que la mayoría lo hacemos por vocación.
La motivación se compone de aspectos biológicos, aprendidos y cognitivos. Yo crecí en un ambiente lleno de tiza, pizarras verdes, libros, lápices, cuadernos y maestros llenos de ilusión. Para mi no fue fácil aceptar que estaba condicionada para ser maestra tanto desde la herencia (biología) hasta el ambiente (aprendizaje). La madurez me enseñó que solo me faltaba involucrarme cognitivamente para poder experimentar la emoción del privilegio que representa la labor docente.
Pienso que la profesión del docente es la más hermosa, ya que como maestros nos toca sentar las bases para todas las demás áreas del saber. De una u otra forma todos pasamos por las manos de un maestro, incluso si eres autodidacta, los libros y las experiencias adquiridas son proporcionados por personas y/o elementos que se convierten en nuestros maestros; así que podríamos decir que de maestros todos tenemos un poco, pero algunos preferimos hacer de esto nuestra vida, convertirlo en el motivo que nos hace dejar la cama cada mañana, muchos lo hacemos con pasión, la mayoría lo hace sin intensión de «buscar lo suyo» como dice la Biblia que actúa el amor, de modo que no estaría muy lejos de la realidad decir que cada día nos embarga este sentimiento; Ni hablar de los frutos de nuestro trabajo. Ver a aquel muchacho, que nos dio tanta «agua a beber» regresar y decirnos: «Gracias profe, a usted le debo parte de lo que soy» o mirar sus caritas de asombro ante las novedades, ser objeto de sus abrazos, ser premiados con sus sonrisas y tener tantos hijos, tantos nietos, tanta familia… Esto si que no tiene precio.
¿Por qué docente y no otra cosa? Porque para eso nací; porque mi mamá me enseñó la dignidad de serlo; porque tuve muchos maestros que fueron, son y serán ejemplos de entrega, sacrificio y amor al prójimo; porque puedo dejar un poquito de mi en mis alumnos y sé que mi legado, aunque sea silente y anónimo, trascenderá con la existencia de la vida misma; Porque lo intenté estudiando psicología y ahora sé, que como psicólogo no puedo ser otra cosa que maestra; porque me hace feliz y se que Maslow estaría de acuerdo conmigo cuando digo que esta profesión mantiene todas mis necesidades cubiertas.