Márketing: Mi marca favorita proviene de mi infancia

 No soy de España por lo que –hasta ahora– no he desarrollado ningún tipo de preferencia por alguna marca de este país. Tampoco soy de las chicas que tiende comprar (por pura vanidad) ropa, zapatos o cualquier otro utensilio de marca de moda o que cuando se pronuncia tenga un sonido glamoroso. Mientras el objeto en cuestión lo pueda utilizar con frecuencia, me quede bien y, en definitiva, me dure más de un año, pues lo compro sin problemas y sin darle demasiada importancia a la marca que esconde debajo de la suela.

Sin embargo, existe una marca por la que sí guardo afecto y cada vez que pienso en ella me remito a los años felices de mi infancia. Se trata de ‘Lego’, la marca de juguetes que, en mi opinión, es de uso obligatorio para cualquier niño o niña que empieza a comprender el mundo.

Tenía ocho años cuando me regalaron una caja repleta de Lego’s.  Recuerdo que me puse a llorar porque en ese momento quería una muñeca, pero luego descubrí que gracias a aquellas piezas coloridas y sólidas podía tener un pequeño mundo en mis manos, que tenía libertad de armar y desarmar a mi manera. Con los ladrillos Lego podía construir una casa de muñecas, un camión o hasta un dragón de cinco patas, ya que esa era la imagen que yo tenía de los dragones a los ocho años.

Debido a la marca Lego me dejaron de importar las muñecas que lloraban o hacían ruidos extraños cuando se les ponía baterías. Y hasta bien entrada mi adolescencia no paré de jugar con los Lego. Mientras mis amiguitas preferían jugar al papá y la mamá o la pega, yo prefería seguir levantando una ciudad en miniatura toda hecha de piezas Lego (allí había zoológicos, edificios, parques de diversiones y otras atracciones). Estoy segura que mi creatividad se desarrolló por sobre todo durante los años en que solo jugaba con Lego’s.

De allí que la única marca por la que guardo mucha lealtad sea Lego. Si bien ya no voy a las jugueterías a buscar la última colección de Lego para armar el rascacielos que dejé a medias, espero tener un hijo algún día para regarle todos los Lego que sean necesarios, y que él o ella se encargue de rearmar la ciudadela de juguete y el rascacielos que tuve que destruir a los 15 años, porque dejé de ser una niña.  

Ya no tengo idea de cuánto cuestan los nuevos packs de juguetes Lego, pero creo que el valor que ejerció esta marca sobre mi personalidad y mi forma de ver la realidad tiene un precio que, por sobre todas las cosas, trasciende lo monetario.


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