El CRM y otras pasiones
Después de que Mike acabara su intervención, el terapeuta lanzó la misma pregunta que solía hacer una y otra vez: -¿Alguien más quiere compartir su experiencia? Muerto de miedo, levanté la mano y exclamé: Me llamo Alejandro, soy ninfómano, sufro pérdidas de memoria y soy adicto. A pesar de los extraños problemas que sufrían muchos de los allí presentes, pude ver como se empezaron a mirar unos a otros con cara de circunstancia. En un primer momento no quise decir cuál era mi adicción, ya que si dijera que soy adicto al CRM me tacharían inmediatamente de loco… aún más, me refiero.
Por aquella época solía quedar con muchas mujeres y siempre con el mismo objetivo. Cuantas más, mejor. Era insaciable. Sin embargo, no todo rodaba como yo quería, puesto que heredé la mala memoria de mi abuelo.
La había elegido a ella para pasar el domingo. Había elegido a Anastasia, una madrileña preciosa de ojos marrones más patriota que Primo de Rivera, para pasar el 14 de febrero. Me puse mi frac negro que me había diseñado a medida Antonio Pernas para la ocasión, ya que en aquella época el dinero no era un problema para mí. Nada podía fallar. Una vez acomodados en el sofá le dije que tenía algo para ella. Noté como el corazón se le aceleró ya que, Anastasia, estaba bastante más enganchada a mí que yo a ella. Con la mejor de mis intenciones, saqué de la funda una botella de Cava “Recaredo Rosat Brut Gran Reserva” envuelta en una red con detalles dorados. La reacción de mi cita no fue ni mucho menos la esperada. Inmediatamente me mandó, con malos modales, ponerme de nuevo mi frac negro y abandonar su casa lo antes posible. De vuelta a mi morada comencé a comprender lo que había pasado minutos antes en aquella casa. Era a Neus, una chica de un pueblo de Alicante a la que le pirraba el cava, y no a Anastasia, la cual nunca había ocultado su rechazo a los productos catalanes.
La mañana siguiente me sirvió para reflexionar, y leyendo por internet me topé con una palabreja que no había oído hasta ese momento. Su nombre era CRM y no era una mujer. Según Google, un CRM era un sistema de gestión de contactos, donde poder añadir preferencias, nombres, teléfonos, emails, o cualquier otra información que pudiera ser relevante. Ese acrónimo de tres letras podría ser la solución a mis problemas de memoria y, sin dudarlo dos veces, me lancé a probarlo. Al principio no fue fácil adaptarse, ya que era un mundo nuevo para mí, pero meses después comencé a experimentar sus beneficios. Mi vida había cambiado radicalmente, y ya nunca más me volvió a suceder una situación tan grotesca como la que me había sucedido en febrero con Anastasia.
Cada vez que salía de fiesta a ligar y conseguía algún lead (teléfonos, Twitters, Facebook o incluso besos cuando se alineaban los astros…), lo añadía inmediatamente a mi CRM. No sólo aquellas chicas con las que había tenido contacto aparecían en el sistema, también aquellas chicas que me gustaban y podrían en algún momento convertirse en mis potenciales amantes.
A partir de ese momento, según palabras literales de Marta, Claudia, Clara, Noelia, Sara, Belén, María, Elia, e Inés, yo era el mejor amante que jamás habían tenido. Lo sabía todo sobre cada una de ellas. Lo que ellas no sabían, es que estaba todo recopilado en mi CRM: la fecha en la que nos conocimos, sus gustos, aficiones, si eran románticas o no, si eran celosas, de qué color tenían los ojos (tenía incluso fotos de ellas asociadas a sus perfiles), las citas programadas, su color de pelo, sus películas preferidas, sus libros preferidos, el nombre de sus tatarabuelos, etc. Era infalible.
A partir de toda esa información recogida en mi CRM diseñaba diferentes estrategias para llegar a conquistarlas, alcanzando así la parte más baja del embudo (ya os imagináis cual es). Si la chica era lanzada, no me lo pensaba dos veces; pero si era más romántica y clásica, le daría el tiempo que fuera necesario hasta conseguir lo que quería de ella. Lo tenía todo bajo control, podía sacar el máximo partido a las oportunidades que se me planteaban en cada momento, y jamás sospecharían que las estaba engañando. En la primera fase del embudo tenía a 15 mujeres, todas ellas bellas como ellas solas. En la segunda fase, aquellas mujeres con las que había tenido una cita, había 9. Si había habido beso, pasarían directamente a una tercera fase, y así sucesivamente hasta llegar al final.
Cada una de ellas era diferente, y necesitaba de unos cuidados especiales y personalizados. Hoy en día, las mujeres ya no quieren solamente citas en persona, sino también que las conquistes a través de las redes sociales creándoles ilusiones más propias de las princesas de Disney. Por ello es que me centré en cuidar al máximo todos los canales, conquistándolas de una manera omnichannel.
Yo no era consciente de mi problema hasta que lo empecé a llevar aún más al extremo. Tal era mi pasión por este sistema, que además de registrar alertas por sus cumpleaños, añadí también los cumpleaños de sus familiares. Yo me veía como un príncipe azul, el hombre que toda mujer desea, detallista con ellas y también con sus familias. El problema era el tiempo. Como no tenía tiempo suficiente para comprar tantos regalos, añadí a mis padres y a mis cuatro hermanos como usuarios en el CRM, a los cuales les asignaba las compras de los cumpleaños de las chicas. La información y gustos, así como sus tiendas preferidas la tenían a un solo clic.
Controlaba a la competencia, a ese tal Pedro que daba demasiados likes a Marta y a ese tal Mario que tenía unos bíceps como pelotas de hockey. La verdad es que no me preocupaban demasiado, yo conocía a mis chicas mejor que nadie, disponía de la información y del conocimiento, y eso me daba el poder.
Por eso es que hoy estoy aquí, sincerándome ante todos vosotros, gente con problemas igual que el mío. Soy consciente de mi problema, pero desde que entré en un centro para enfermos que sufren de hipersexualidad y me recetaron unas pastillas para la memoria, la verdad es que estoy mucho mejor. Tiempo después, fundé una pequeña empresa, una PYME que ya cuenta con unos cuarenta trabajadores, y donde por supuesto integré un sistema CRM para gestionar la información y nuestra base de datos de clientes de manera eficiente. Si algo aprendí de mis fantasmas del pasado es que el que posee la información es el rey, pero aquel que consiga traducir esa información en forma de conocimiento e inteligencia puede llegar a dominar el mundo.
“Knowledge is power? No. Knowledge on its own is nothing, but the application of useful knowledge, now that is powerful.”
Rob Liano