Aprendamos del pasado II: El plan del Emperador
Después de nuestra visita a China, nos que da la duda de si, al menos en la ciudad escaparate de Shanghai, aplican los chinos, por lo menos los de a pie, lo que podrían extraer de sus historias.
Otra cosa, la cultura europea en nuestro egocentrismo, al oír Edad Media (que ya de por sí es un concepto occidental), nos vienen a la mente Cruzadas, Bizancio, Papados,… pero en realidad ocurrían cosas generalmente más importantes en otras partes del planeta, léanse guerras entre imperios americanos, secesiones y piratas asiáticos, conquistadores e investigadores árabes,…
Hoy os contaré un cuento chino:
Desde la caída de la dinastía Han (222 d.C.) y durante varios siglos después, hay en China una serie de golpes de Estado bastante sangrientos, uno tras otro. Los que mandaban el ejército conspiraban para asesinar a un emperador siempre débil, para luego reemplazarlo por un general fuerte y colocarlo en el trono del dragón.
Ese general iniciaba una nueva dinastía y se hacía coronar emperador. Para asegurar su supervivencia, sibilinamente asesinaba a los generales que lo habían acompañado en el golpe. Algunos años más tarde, el modelo volvía a repetirse: nuevos generales volvían a levantarse y asesinaban al emperador e hijos.
Ser emperador de China significaba estar solo, rodeado por una jauría de enemigos. Era la posición de menor seguridad que existía.
En el año 959, un general de nombre impronunciable se convirtió en el emperador Song. Tenía plena conciencia de su circunstancia, y que en el término de uno o dos años lo asesinarían. ¿Qué podía hacer para romper ese esquema?
Al poco de haberse entronado, Song ordenó que se realizara un banquete para celebrar el advenimiento de la nueva dinastía, al que invitó a los más poderosos comandantes del ejército. Después de que todos bebieron mucho vino, Song despidió a los invitados, menos a los generales, que empezaron a temer que el emperador los asesinara de un solo golpe allí mismo.
El emperador, en cambio, les dijo: “Paso todo el día temiendo por mi vida, y me siento desdichado, tanto a la mesa como en mi cama. Porque, ¿quién de ustedes no sueña con arrebatarme el trono? No es que dude de su lealtad, pero si, por una de esas casualidades, sus subordinados, buscando riqueza y poder, obligaran a alguno de ustedes a vestir la túnica amarilla, ¿quién podría rehusarse?”.
Ebrios aunque temerosos por su vida, los generales recitaron una y otra vez su inocencia y su lealtad. Pero Song tenía otros planes.
“La mejor forma de pasar los días es disfrutando en paz de las riquezas y los honores. Si ustedes están dispuestos a renunciar a sus mandos, yo por mi parte, estoy dispuesto a brindarles prósperas tierras y bellas viviendas, donde puedan disfrutar del placer, acompañados por cantantes y mujeres hermosas”. Song les ofreció riquezas y seguridad.
Al día siguiente, todos los generales presentaron su renuncia y se retiraron como nuevos nobles a las propiedades que Song les había concedido. En un golpe magistral, Song convirtió a una manada de “amigables” lobos, que sin duda lo habrían engañado y atacado por la espalda, en un grupo de dóciles corderos, alejados de toda ambición y sin poder.
En el 971, Kin Liu, de la provincia de Han, al fin se rindió, tras años de rebelión. Para gran sorpresa de Liu, Song le otorgó una posición de alto rango en la corte imperial y lo invitó al palacio para sellar su nueva amistad con una copa de vino (de arroz). Cuando Liu tomó la copa, titubeó, temiendo que contuviera veneno; “Los crímenes de este súbdito sin duda merecen la muerte, pero yo pido a Su Majestad que perdone la vida a este súbdito. No me atrevo a probar este vino.”
El emperador Song se echó a reír y, tras tomar la copa de manos de Liu, se la vació de un solo trago. A partir de ese momento, Liu se convirtió en el amigo más confiable y leal de Song.
En aquel tiempo, China se había dividido en numerosos y pequeños reinos. Chien Shu era rey de uno. Los ministros de Song aconsejaron al emperador encarcelarlo. Es que le presentaron documentos que probaban que Chien Shu seguía conspirando después para asesinar a Song.
Sin embargo, cuando Chien Shu fue a visitar al emperador, éste en lugar de apresarlo, lo recibió con todos los honores. También entregó un paquete al reyezuelo, que no sospechaba nada, y le pidió que sólo lo abriera cuando estuviese de camino hacia su casa. Chien Shu así lo hizo, y cuando lo hizo, vio que contenía toda la documentación referente a su conspiración. Se dio cuenta, entonces, de que Song sabía de sus planes magnicidas y que, sin embargo, le había perdonado la vida. Esa generosidad cambió su mentalidad y pronto fue uno de los súbditos más leales de Song.
Parece que el emperador Song conocía las mandíbulas que lo rodeaban cuando asumió el trono: Sus compañeros del ejército lo masticarían como carne y, si sobrevivía, sus “amigos” del gobierno se lo comerían en la cena.
El emperador Song no quiso tener trato con sus “amigos”, sino que sobornó a sus colegas generales con espléndidas propiedades y los mantuvo bien alejados. Ésta era una forma mucho mejor de anularlos que matándolos, lo que sólo hubiese provocado la venganza de otros generales. Song tampoco quiso tener nada que ver con ministros “amistosos”. Más de una vez, terminarían bebiendo su famosa copa de vino envenenado.
En lugar de confiar en sus amigos, Song utilizó a sus enemigos, uno tras otro, transformándolos en súbditos mucho más confiables. Mientras que un amigo espera más y más favores y hierve de celos y envidia, los exenemigos no esperaban nada y recibieron todo. Un hombre que se encuentra con que de pronto le perdonan la vida es, sin duda, un hombre agradecido e irá hasta el fin del mundo por el que le concedió esa gracia.
Con el correr del tiempo, sus antiguos enemigos se convirtieron en los más confiables amigos. El Emperador era capaz de transformar a sus adversarios.
Y así, Song logró romper con el ciclo continuo de golpes de Estado, violencia y guerra civil: la dinastía Song gobernó China durante más de trescientos años.
A veces nuestros amigos, inconscientemente, nos adulan a posta, o dicen lo que nos gustaría oír, pero nos hacen mucho mal con su falta de honestidad, con su comodidad, y en realidad nos perjudican, no colaboran en hacernos mejorar.
En cambio nuestros detractores nos dan valiosa información, que si la aceptamos juega a nuestro favor. Nos susurran las variables clave, y es entonces cuando obtenemos la oportunidad. En nuestra mano está aprovecharla.
Además, si somos capaces de sobreponernos a las circunstancias, liarnos la manta a la cabeza para enmendar el error y comunicarlo, habremos hecho un combo:
No sólo habremos mejorado para nuestro beneficio, si no que el detractor si es honrado, se convertirá en nuestro partidario. De hecho con un poco de arte como el de Song, podemos hacerle nuestro apóstol incondicional, promotor nuestro de por vida.
“Nunca confíe demasiado en sus amigos. Aprenda a utilizar a sus enemigos” Robert Greene