Más que una fotografía
Los Congresos o Conferencias Solvay deben su nombre al químico de origen belga Ernest Solvay, quien en 1911 decidió organizar el primero de estos encuentros, en el que los científicos más importantes del momento se reunieron para debatir sobre los avances en materia de física y química. De todos los congresos que han acontecido a lo largo de este tiempo, es la 5ª Conferencia Solvay, titulada Electrones y fotones, la que se recuerda especialmente. Fue en 1927.
Esta conferencia se hizo famosa, además de por las importantes ponencias sobre mecánica cuántica, gracias a la relevancia de sus asistentes, a los que podemos ver posando – no muy sonrientes, por cierto – en la fotografía superior. Son 29 de los mejores científicos de todos los tiempos, de los cuales, 17 recibieron el premio Nobel a lo largo de su carrera. Si nos fijamos en la fotografía, sentada en la primera fila, se encuentra la única mujer que asistió a dicha conferencia. Era Marie Curie, quien por aquella época ya había obtenido dos premios Nobel, convirtiéndose así en la primera persona en recibir este reconocimiento en dos disciplinas (Física 1903 y Química 1911).
El papel de la mujer en la ciencia, como en casi todos los campos, siempre ha sido difícil. Ya desde Hypatia, las científicas han sufrido a lo largo del tiempo las dificultades de adoptar un rol que se suponía exclusivo del género masculino. En octubre del pasado año, The New York Times publicó un artículo titulado Why Are There Still So Few Women in Science?, donde pudimos leer los resultados de un estudio de la Universidad de Yale acerca de la situación de las mujeres en la ciencia. El artículo recoge, entre otras cosas, el testimonio de Meg Urry, una de las primeras mujeres en graduarse en Física por esta universidad.
En la escuela, Meg no pudo inscribirse en los cursos avanzados de física y matemáticas que preparaban para la universidad porque «girls never go on in science and math». Por ello, se dedicó a prepararse por su cuenta para poder acceder a la universidad, con las deficiencias que todo ello podía acarrear. Tras años lidiando con un entorno hostil exento de compañerismo, Meg se graduó en Física summa cum laude. A pesar de ello, Meg no quiso continuar con su carrera profesional en el mundo de la física. Ella lo explica con las siguientes palabras:
But I didn’t go into physics as a career. At the end of four years, I was exhausted by all the lonely hours I spent catching up to my classmates, hiding my insecurities, struggling to do my problem sets while the boys worked in teams to finish theirs. I was tired of dressing one way to be taken seriously as a scientist while dressing another to feel feminine. And while some of the men I wanted to date weren’t put off by my major, many of them were.
Por suerte, la historia de Meg tiene un final feliz: tras años dando la espalda a la física y las matemáticas, volvió a Yale para comprobar «si algo había cambiado desde que estuvo allí».
Afortunadamente, la sociedad evoluciona y poco a poco observamos cambios al respecto. Cada día son más las mujeres que desarrollan su carrera profesional en ciencia. Todas aquellas que lucharon contracorriente y que hicieron que las cosas sean ahora algo más fáciles, merecen un reconocimiento. Entre ellas: Marie Sophie Germain, Emily Noether, Marie Curie, Lise Meitner, Inge Lehmann, Marie Goeppert-Mayer, y un largo etcétera.