Le Corbusier: a propósito de la función social de la Ingeniería.
“Una casa es una máquina para vivir. (…) La casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de felicidad” Le Corbusier
Le Corbusier (1887,1965) es uno de los máximos representantes de la arquitectura racionalista de entreguerras. El arquitecto nacido en Suiza (y nacionalizado francés) tuvo un papel fundamental en el desarrollo del Movimiento Moderno (junto con otras figuras esenciales como Frank Lloyd Wright, Walter Gropius, Alvar Aalto o Mies van der Rohe). Como Miembro fundador del Congreso de Arquitectura Moderna, participó, en 1933, en la redacción de la Carta de Atenas, documento fundamental en la historia del urbanismo contemporáneo.
Aunque no soy arquitecto (que me perdonen los que sí lo son), saco a la palestra a este genial visionario en relación a uno de los conceptos más influyentes en su trayectoria como teórico: su definición de la vivienda como “machine à habiter” (máquina para vivir). Le Corbusier desarrolla dicha idea, refiriéndose a los estudiantes de arquitectura en segunda persona, en los siguientes términos:
“Desearía tratar de colocar ante vuestros ojos (…) el verdadero rostro de la arquitectura. Ésta está diseñada por los valores espirituales provenientes de un especial estado de conciencia, y por factores técnicos que aseguran la materialización de la idea, la resistencia de la obra, su eficacia, su duración. Conciencia=razón de vivir=el hombre. Técnica=contacto del hombre con su ambiente.”
En definitiva, se refleja (a pesar de las críticas recibidas por los contrarios al Movimiento Racionalista, fundamentalmente a partir de la segunda mitad de siglo) la fuerte motivación humanística de Le Corbusier. En relación con dicha cita, Begoña Fernández Cabaleiro afirma:
“Le Corbusier había otorgado a la casa su importancia fundamental (…), reclamando de ella una respuesta total e impecable. Se trataba de un programa exclusivamente humano que colocaba al hombre en el centro de la preocupación arquitectónica.“
Este aspecto sería desarrollado por Le Corbusier mediante el estudio de su sistema de medidas “Modulor”.
Efectivamente, es de destacar la gran importancia que Le Corbusier otorga a la idónea conjugación de estética (vinculada tanto al concepto “clásico” de la misma como a la realización personal del hombre, su “razón de vivir”) y técnica (vinculada a la capacidad del hombre de interaccionar con el medio dominándolo y alterándolo, en virtud de sus procesos productivos) como fundamento de la construcción. Un ejemplo de ello es la capilla de Notre Dame du Haut (emplazada en Ronchamp, Francia).
Como opinión personal, no creo que estas conclusiones sean exclusivas al ámbito de la Arquitectura o de la Ingeniería Civil, en su creación de espacios “habitables”. Creo que toda la ingeniería en su conjunto ha de adoptar estas premisas, con objeto de que las actividades productivas que gestione sean establecidas atendiendo a un compromiso social completo e integrador, el cual ha de ser entendido como deber deontológico.
Por este motivo, entiendo la “estética” en un sentido ampliado: la responsabilidad del ingeniero con la sociedad supone una mejora de las condiciones de vida del individuo, en un sentido total (salud, descanso, bienestar, interacción con su entorno, etc.), lo que implica asimismo la necesidad de una correcta gestión de las externalidades que pueda acarrear su actividad.
Por consiguiente, el aspecto estético de la ingeniería también incluye el respeto medioambiental, en tanto que una actitud positiva en esta dirección minimiza los riesgos de eventuales alteraciones en el medio que supongan una merma en las condiciones de vida de los afectados.
Para concluir, os dejo con un documental en el que se explica más detalladamente el particular concepto de la vivienda de Le Corbusier.