Dos días y medio de seminario con Yochaï Benkler

AntesHoy

Fuentes de imágenes (izq. a dcha.):

http://www.lamaisondesbabayagas.fr/

http://www.mysociety.org/

http://ccmixter.org

http://www.wikimedia.org/

A una semana del seminario con Yochaï Benkler que tuvo lugar en Medialab Prado en el marco del Laboratorio del Procomún y más precisamente en el proyecto de traducción colectiva del libro de Benkler The wealth of networks, intentaré contar por qué Yochaï Benkler nos pareció a muchos de los asistentes ser un pensador original y riguroso en el cual merece la pena detenerse y del cual merece la pena devolver el pensamiento, aunque en pocas palabras, lo más fielmente posible.

Su trabajo se centra sobre un fenómeno que se enraíza en la aparición y las prácticas de Internet que Benkler nombra Social Production considerándolo desde la perspectiva liberal, es decir desde la libertad individual. Este tipo de producción, ubicada tanto fuera de la esfera privada como de la esfera pública tradicional, constituiría un tejido libre en movimiento, espacio de expresión y de recreación de una cultura compartida y a la vez espacio de negociación de los contextos culturales. Corresponde a la espectacular movilización por motivaciones altruistas – desde Mauss sabemos lo que precisamente lleva el don de articulación entre yo/otros y conocemos su fuerza de regulación social y política – de capacidades y de tiempo de personas que constituyen, alrededor al bien o a la construcción que cuidan, una comunidad. La articulación necesaria entre el “yo” de la libertad y el “nosotros” de la comunidad se representa también en la propia teoría de Benkler: por una parte, la perspectiva inicial liberal parece conducir primero a una conversación informal cuyo modelo sería más anárquico e inconsciente, por otra parte, la constitución de la comunidad parece llevar a la construcción del común, de su modelo de gestión con sus reglas y la auto-conciencia de la comunidad. Como la producción social en sí misma viene a perturbar el modelo dual entre privado y público, un término nuevo, seguramente situado en el seno de la identidad y de su sitio de enunciación, debería aparecer para articular el término individual con el colectivo. Y si Benkler no contempla la posibilidad de la reconfiguración de las identidades, propone entender que el trastorno de las categorías “público” y “privado” por la de “producción social”, obliga, de momento, a inventar y negociar configuraciones singulares capaces de articular los tres términos.

De la misma forma, la producción social ha venido trastornar los filtros de análisis políticos tradicionales: no sólo el tipo de compromiso político ha cambiado, sino la lectura de la división Izquierda/Derecha. Benkler liquida rápidamente este punto, ya que no aborda la cuestión moral de lo político y sacrifica un acercamiento histórico de la libertad en política al altar del cambio, manifestando la tradición liberal de desconfianza hacia lo político. Sin embargo, no cabe duda de que la división se ha enturbiado. Benkler despolitiza relativamente el debate para proyectarlo en una disputa entre antiguos y modernos, en la cual los modernos de todos los signos se asocian de forma voluntaria o por falta de clarividencia para enfrentarse a los antiguos. Sin embargo, propone hacer de la producción social un nuevo territorio de libertad independiente aunque vinculado a los territorios tradicionales de lo privado y de lo público.

La independencia implica que la producción social es un territorio reconocido: su medida – los beneficios que genera – es por lo tanto crucial para ella misma. Debe encontrar las herramientas de medición que le son adecuadas y gestionarlas ella misma. La independencia implica que, como tal, sea protegida – es el caso con las licencias libres -, de manera que se pueda relacionar con los demás ámbitos sin desaparecer – aunque obviamente influya en los demás ámbitos hasta el punto de cuestionar su vigencia tanto en categorías analíticas como modos de gestión y realidades empíricas -.

La aparición de un nuevo espacio de producción social cuyas referencias, actores y lógicas son diferentes de las de lo público y privado plantea la pregunta de la gestión de este nuevo bien común. La cuestión de la gobernanza, no de una gobernanza global tipo UNESCO pero sí de un modelo colaborativo, colectivo y descentralizado, aparece como determinante para los comunes hoy, ya que es el dispositivo que permite su supervivencia. La gestión de la producción social debe quedarse en la producción social. El común es un bien, una construcción en marcha y a la vez un modo de gestión. La consolidación de la producción social es más importante en tanto su naturaleza está en camino de disolución mediante el uso edulcorado y extensivo de los términos que le corresponden, enturbiando su identificación. Por lo tanto, Benkler apela a la elaboración, mediante análisis empíricos, de una tipología y de las características necesarias para hablar de producción social.

Para concluir, a pesar de la necesidad pendiente de consolidar la producción social como territorio independiente, constituye una realidad que ya no se puede obviar, sea como término político, social o económico. La propuesta de reconocimiento, identificación y visibilización teórica de este fenómeno social calificado de Social production es un importante paso para su toma en consideración.


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