La rueda pinchada de la I+D de fármacos
Corría el año 1747 cuando James Lind, cirujano de la Royal Navy, realizó el que se cree que es el primer ensayo clínico de la historia. Por aquel entonces el escorbuto se cobraba centenares de vidas de marineros. El señor Lind, quería demostrar la teoría de que los ácidos ayudaban al tratamiento de la enfermedad y para demostrarlo, seleccionó a 12 marineros con escorbuto y los dividió en grupos de 2. El grupo 1 recibió un tratamiento de un vaso de sidra diario, el grupo 2, veinticinco gotas de ácido sulfúrico, el grupo 3, seis cucharadas de vinagre, el grupo 4 recibió media pinta de agua de mar, el grupo 5, dos naranjas y un limón y el grupo 6 salsa picante y un vaso de agua de cebada. A los 6 días uno de los marineros que tomaba naranja y limón estaba curado y el otro prácticamente recuperado. El estudio del Sr. Lind fue al principio obviado, pero más tarde recibió el reconocimiento debido y evitó muchas muertes a causa del escorbuto.
Hoy en día, para que un tratamiento se pueda aplicar a los pacientes ha de pasar una serie de estudios mucho más exhaustivos que los realizados por el Sr. Lind en el s.XVIII. Estos estudios se dividen en descubrimiento de fármaco y desarrollo de fármaco. La primera etapa consiste en la búsqueda de la molécula activa y fase preclínica (estudios en animales). Supone de 3 a 6 años. A continuación, el desarrollo del fármaco se divide en Fases I, II y III. En la primera, el candidato a fármaco se prueba en personas sanas para averiguar la dosis y estudiar los efectos secundarios. Las fases II y III se realizan en pacientes (nºpersonas fase III > nº personas fase II), y además de controlar los efectos adversos, se estudia la efectividad de la molécula y su superioridad frente a los tratamientos actuales. Después del debido registro en las agencias correspondientes (EMEA para Europa y FDA para EEUU) se procede a la comercialización del fármaco. Y ya en el mercado, se lleva a cabo la fase IV, en la que se sigue de cerca posibles efectos secundarios del fármaco. Un total de 10 a 15 años y más de 2900 millones de dólares en total de inversión. No, no es un negocio barato. Pero es un negocio necesario y lucrativo.
Con el fin de maximizar las ganancias y reducir el riesgo, las compañías farmacéuticas realizaron recientemente un cambio de modelo, consistente en la realización de alianzas estratégicas, externalización de procesos, y muy importante, reducción del departamento de I+D. En este nuevo modelo, se promovía la open innovation, con la entrada de fármacos desarrollados en otras empresas o incluso, en laboratorios de universidad e institutos. Y aquí es dónde idearon un ecosistema perfecto, en el que estos terceros subministraban nuevas moléculas a las empresas farmacéuticas, que realizaban los costosos experimentos para poder llevar el fármaco al mercado. Una imagen demasiado perfecta y alejada de la realidad, según mi opinión.
No sólo a la empresa farmacéutica le atrae este modelo, sino que al gobierno también le interesa mucho que este proceso se lleve a cabo: invierte en la ciencia básica del mundo académico, que se aprovecha no sólo para aportar conocimiento, sino también para obtener un beneficio económico. Es un 2×1. Sin embargo, la imagen real es más parecida a esta:
Y es que la Universidad y la industria no hablan el mismo lenguaje. Es algo que todos conocemos, que hay una pieza que falta para esta mágico engranaje. Y aquí es dónde encaja la transferencia de la tecnología (TT).
Cada vez se financian más proyectos de transferencia en descubrimiento de terapias. Son estudios en los que se requiere financiación para mejorar un candidato a fármaco descubierto en un laboratorio de universidad o instituto de investigación. Aquí, no sólo se evalúa la excelencia científica, sino también el potencial de que los proyectos sean adquiridos en un futuro próximo por la industria. En otras palabras, se persigue la riqueza científica y la económica.
Aunque la transferencia de tecnología es una herramienta crucial en el ecosistema de hoy en día, tiene, bajo mi opinión, graves problemas de fundamento, que generan el fracaso en muchos de los proyectos.
- Uno de los inconvenientes de la TT (y para mí el más importante) es que los proyectos no son los suficientemente maduros para la industria farmacéutica. Desde el mundo académico se tiende a pensar que si una molécula es efectiva en ratones, las empresas se van a pelear por nuestra molécula. Nada más lejos de la realidad. Una farmacéutica de renombre no adquirirá ningún fármaco si no ha superado cómo mínimo fase I. Esto supone un gasto enorme que un laboratorio de investigación básica no puede financiar, porque no existen las herramientas de financiación. Entonces, la única solución es crear una spin-off o start-up, una pequeña empresa que pueda acceder a las fuentes de financiación necesarias para madurar el proyecto. Otra opción es la de recurrir a empresas especializadas en madurar proyectos. Pese a que es un negocio de un elevadísimo riesgo, es una solución a este hueco en la transferencia.
- Otro de los problemas que tiene esta estrategia, a mi parecer, es que las ayudas del gobierno se dirigen muchas veces en formar al científico en conocimiento empresarial para que se pueda comunicar con la industria en su mismo lenguaje. Si bien es cierto que es una formación muy valiosa, me parece que no es lo idóneo en todos los casos, ya que el científico no tiene por qué querer desarrollar ese rol ni quizá es la persona adecuada. Mientras hay científicos capaces de asumir el liderazgo del proyecto, a veces es necesario ceder el timón a personal formado en áreas de dirección de empresa.
- Asimismo, surge el debate de si la ciencia básica ha de estar focalizada hacia la transferencia. Con este tipo de políticas, se dejan de financiar proyectos puramente básicos, que además de generar cultura, pueden desembocar en un futuro no próximo en aplicaciones importantísimas para la sociedad. En el ejemplo del escorbuto, no fue hasta el 1932 (185 años después) que se relacionó la vitamina C con la cura del escorbuto. Es un descubrimiento de la ciencia básica totalmente relevante para la generación de un tratamiento más efectivo que el zumo de naranja.
No obstante, la TT es una herramienta que funciona y aporta beneficios. Pongamos el ejemplo de un grupo de investigadores que deciden crear su spin-off para llevar al mercado su pequeño tesoro (o candidato a fármaco). Después de mucho papeleo y negociaciones con las correspondientes universidades, toca empezar a levantar capital. No se trata de investigar, sino de captar inversión económica.
Dada la cantidad necesaria a invertir, se recurren a numerosas fuentes de financiación.
- Por un lado, están las subvenciones y préstamos de gobiernos y la Unión Europea, que apuestan por la excelencia de la ciencia, y en algunos casos de la UE, por la cercanía al mercado. Este tipo de financiación al ser por competición implica la preparación de documentación extensa para las convocatorias y la necesidad de destinar recursos y tiempo a la elaboración de la solicitud. Sin embargo, la tasa de proyectos financiados es relativamente baja en muchas de las convocatorias. Por ejemplo, la tasa de éxito en las 100 primeras convocatorias del H2020 fue del 14%. Esto implica que hay un 76% de proyectos no financiados. Un 76% de grupos que han destinado esfuerzos y recursos en vano, desperdiciando las anteriores inversiones en el mismo proyecto. No estoy abogando por el “café para todos” pero algo falla en el momento en el que la tasa es tan baja. Puede ser un problema de falta de fuentes externas de financiación, o de exceso de proyectos.
- Por otro lado, encontramos al crowdfunding (por acciones, suele permitir acceder a cifras más elevadas), los Business Angels, el Capital Riesgo y la inversión de compañías farmacéuticas, que invierten por el retorno y según su cartera de proyectos. Aquí, nos encontramos con otro problema.
Y es que, en muchos casos, aunque la solución propuesta sea la mejor, si no encaja en la estrategia del inversor (si no está alineado con su portafolio) , no habrá consenso y no se obtendrá inversión.
Resumiendo, en esta rueda de la I+D, en la que las universidades y centros de investigación generan moléculas para que luego la empresa farmacéutica lleve a cabo su desarrollo, hay una fuga. El neumático está reventado y el parche es la transferencia de tecnología. Una solución, que a mi modo de ver, tiene muchos aspectos positivos (no quiero dar la opinión de que estoy en contra tras haber expuesto una serie de desventajas). Pero está bien, de vez en cuando, que nos planteemos si la TT está orientada de la mejor forma posible, y si no es así ¿qué cambios tenemos que llevar a cabo?
Y me despido con una gran cita de Albert Einstein: “Lo importante es no dejar de hacerse preguntas”
Bibliografía:
http://www.nature.com/nrd/journal/v13/n12/full/nrd4507.html#close
https://www.kpmg.com/ES/es/ActualidadyNovedades/ArticulosyPublicaciones/Documents/KPMG_FARMA.pdf
http://ec.europa.eu/programmes/horizon2020/en/horizon-2020-statistics
https://ec.europa.eu/programmes/horizon2020/sites/horizon2020/files/horizon_2020_first_results.pdf
https://en.wikipedia.org/wiki/James_Lind